Nunca imaginé que iba a escribir estas líneas, desde un balcón afuera de mi habitación en Rishikesh, mirando la lluvia nocturna que nos regala el mes de mayo.
Puedo imaginar la silueta de las montañas a lo lejos en la oscuridad, las estudié cada mañana y cada tarde de estos 50 días de encierro en cuarentena.
Como si hubiera desarrollado el poder de la super visión, reconozco su fauna, cada gama de color que la compone, los surcos milenarios que le dan forma y algunas casas perdidas en las alturas, que ahora brillan como estrellas en suspensión.
Según mis cálculos, hoy debería estar en otro lado y, sin embargo, la vida se estacionó en el Palacio de Ganesha, un hotel que me acobija de la soledad, del hambre y de lo incierto.
Dicen que afuera hay un virus dispuesto a apoderarse de todo, invisible pero letal. Nos puso de rodillas y el desconcierto es mundial, no hay manera de escaparle al temor, no podés tomar distancia de tu propia mente.
Entre recetas de cocina, cursos online y videollamadas, se refugia la masa que intenta despojarse de toda realidad, mientras algunos buscan qué comer y otros lloran por volver a casa.
Me pasaron muchas cosas viajando pero nunca nada parecido a esto.
Tifones en Japón, temblores en Chile, temporales en Perú o en Paraná, pero nunca una pandemia en India. La vida de viaje se supera cada día y me regala ahora la anécdota más extravagante de estos casi 30 meses de viaje.
El día que anunciaron los cierres de aeropuertos y fronteras, una sola cosa vino a mi mente: luchar o huir.
Pero correr siempre me dio fiaca.
Instintivamente inclino y abro el pecho hacia adelante, levanto los ojos y enfoco la mirada en la batalla, ahí donde se huele el peligro y donde sé que cada riesgo que enfrento viene a dejarme una nueva enseñanza. Tengo miedo pero no me tiembla el pulso y preparo mi estrategia de supervivencia con calma.
La contienda duró más de lo planeado y mi escudo se derritió esperando.
Hay días que respiro el sol y se enciende una llama, otros en los que no puedo salir de la cama. Entre tregua y tregua, me di cuenta que la lucha era conmigo misma, entre cuatro paredes como en un manicomio intento darle curso a mi destino. Pero no tiene sentido, el futuro de todos está en pausa.
¿Qué voy a hacer hoy con mis deseos encajonados, juntando polvo, decolorándose? Esperando una medida ordenada desde arriba que me informe cuando pueda volver a vivir.
Tengo el corazón en pausa aunque el médico diga que late más rápido de lo normal, como un pájaro enjaulado, deshidratado, sin poder acercarse a la fuente que lo alimentaba.
Me amalgamé con la quietud entre las sábanas y la única silla que me acompaña, y abro las cortinas cada mañana esperando ver la sonrisa de esas montañas que me hacen compañía.
Y vuelvo a estudiarlas para poder reconocerlas, cuando mire de frente a la oscuridad y ya no haya nada.
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Hermoso!
Encontrarse y perderse, eso también es vivir. ❣️
Tenés razón, muy lindo pensarlo asi 🙂
Te quiero amiga 💜
Todo pasa
Yo a vos! ojalá nos demos un abrazo pronto <3
Creo que será un antes y después de la pandemia, ya no somos los mismos, el mundo entero ya es distinto! Futuro incierto pero nuevo para seguir conociendo! 😁😘
No me quedan dudas Andre! Definitivamente un antes y un después..
Todo está en pausa, tal vez para darnos la oportunidad de repensar los proyectos y de tomar otros caminos.
Te quiero hasta el infinito.
Falta menos para el abrazo soñado.
Me gustaba mi camino.. Ojalá venga pronto ese abrazo